Anatomía aplicada al yoga
Un enfoque funcional y sutil para integrar cuerpo y energía en la práctica de yoga.
Anatomía aplicada al yoga: consciencia, salud y alineación
Un enfoque funcional y sutil para integrar cuerpo y energía en la práctica de yoga.
El cuerpo como canal de discernimiento y verdad
En la práctica de yoga, la anatomía aplicada al yoga nos invita a mirar el cuerpo como mucho más que una estructura física. Es un espacio de presencia, un terreno de exploración, un lugar donde los principios filosóficos del yoga pueden volverse experiencia vivida.
La anatomía, cuando se mira desde esta perspectiva, no es un mapa rígido, sino una vía hacia la consciencia. Cada articulación, cada línea de fuerza, cada espacio interno que habita la postura puede ser una puerta hacia el conocimiento correcto (vidyā). A través de la observación precisa de cómo nos movemos, respiramos o nos alineamos, vamos deshaciendo poco a poco las capas de ignorancia (avidyā) que nos separan de una comprensión más profunda de nosotras mismas.
Sthira Sukham Asanam
La postura es firme y confortable
— Yoga Sūtra II.46
Ahimsa y anatomía: no dañar, ni forzar
Habitar el cuerpo como quien cuida un jardín: con amor, paciencia y presencia.
Ahimsa, la no violencia, es uno de los principios base del yoga. Muchas veces lo entendemos como “no hacer daño a otros”, pero ¿qué pasa con nosotras mismas? ¿Cuántas veces forzamos una postura, nos exigimos más de la cuenta o ignoramos señales del cuerpo que nos están pidiendo parar?
En clase, cuando hablamos de ahimsa, no es solo una idea bonita: es algo muy concreto. Es elegir entrar en la postura con respeto, escuchando los límites del cuerpo sin querer superarlos a toda costa. Es dejar de pensar que tenemos que “llegar” a algún sitio.
Cuando conocemos un poco más de anatomía —cómo se articula la pelvis, cómo responden las fascias, cómo influye la respiración en la postura— empezamos a ver con más claridad cuándo estamos en armonía… y cuándo estamos tensando de más. La anatomía nos da lenguaje, referencias, comprensión, pero sobre todo, nos da permiso. Permiso para parar, para adaptar, para no compararnos.
Y eso, al final, es ahimsa en acción: dejar de tratarnos como si fuéramos un proyecto a corregir, y empezar a tratarnos como lo haríamos con alguien a quien amamos mucho.
Ahimsa pratishthāyām tat samnidhau vaira tyāgah
Quien se establece en la no violencia, hace cesar todo conflicto a su alrededor.— Yoga Sūtra II.35
Satya: la verdad encarnada
No hay postura perfecta. Hay presencia sincera. Y con eso basta.
Satya significa verdad. Pero no solo la verdad que se dice con palabras. También la que se siente, la que se vive. En el yoga, Satya nos invita a practicar desde la autenticidad, sin máscaras ni autoengaños.
¿Y cómo se ve eso en el cuerpo? Pues tal vez se ve en ese momento en el que aceptas que hoy no estás para abrir más la cadera, aunque ayer sí. O cuando decides salir antes de una postura porque sientes que seguir ya no sería estar presente, sino insistir. Es el gesto silencioso de serte fiel a lo que sientes, aunque la forma externa no sea “la que toca”.
Cuando empezamos a conocer mejor cómo se mueve nuestro cuerpo —cómo está diseñado para sostenernos, cómo actúan los músculos, cómo responde la respiración— se nos hace más fácil ver si estamos actuando una postura o habitándola de verdad. La anatomía, lejos de alejarnos del sentir, nos ayuda a afinarlo.
Y también nos da permiso para soltar la comparación. Porque lo que es verdad para mí hoy, con mi historia, mi cuerpo y mis emociones, no tiene por qué ser igual a la verdad de la persona de al lado. Practicar con Satya es hacer las paces con eso.
Satya pratishthāyām kriyā phala āśrayatvam
Cuando se vive en la verdad, las acciones fructifican naturalmente.
— Yoga Sūtra II.36
Sthira Sukham Āsanam: firmeza y dulzura
“No se trata de sostener la postura, sino de dejar que la postura te sostenga a ti.”
Hay un sutra precioso en los Yoga Sūtras de Patañjali que dice: “Sthira Sukham Āsanam”, que se traduce como “la postura es firme y confortable”. Y aunque parezca simple, encierra una de las claves más profundas de la práctica.
Muchas veces pensamos que lograr una postura es estirarse más, llegar más lejos, mantener más tiempo… pero este sutra nos recuerda algo distinto: que no hay yoga sin equilibrio.
Sthira es la estabilidad, la estructura, el compromiso del cuerpo. Sukha es la suavidad, el espacio interno, la capacidad de soltar dentro de lo que sostiene.
Cuando aprendemos cómo funciona nuestra musculatura profunda, qué rol cumple la pelvis, cómo se alinea la columna o cómo respira el diafragma, podemos ajustar cada postura con más consciencia. No se trata de estar rígidas, ni tampoco colapsadas. Se trata de encontrar ese punto intermedio donde el cuerpo se siente enraizado y al mismo tiempo libre.
Este equilibrio, curiosamente, no se consigue haciendo más. Se consigue escuchando más.
Es un gesto sutil que cambia toda la experiencia del āsana: en vez de luchar por mantener, aprendemos a habitar.

Vairagya: desapego postural
Cuando dejo de forzar, descubro que ya estoy en el lugar correcto.
Vairāgya es uno de esos conceptos que, cuando lo entiendes desde dentro, cambia muchas cosas.
Suele traducirse como desapego, pero no significa indiferencia ni renuncia forzada. Significa soltar con sabiduría. Dejar ir lo que ya no sirve, sin lucha. Y confiar.
En la práctica de āsana, esto puede ser tan sencillo —y tan profundo— como dejar de intentar entrar en una postura que no es para ti hoy, o no insistir en tocar el suelo cuando tu cuerpo te pide otra cosa. También puede ser dejar de buscar aprobación, o dejar de perseguir un ideal estético que no tiene nada que ver con tu experiencia interna.
La anatomía nos ayuda aquí a distinguir. Nos da referencias claras: hay límites que son funcionales (estructurales) y otros que sí pueden evolucionar. Hay movimientos que conviene explorar y otros que es mejor respetar.
Pero para poder elegir con libertad, necesitamos dejar de estar atrapadas en la idea de cómo “debería” verse una postura.
Vairāgya también es una práctica emocional. Porque a veces no es la postura lo que cuesta soltar… sino la imagen de la practicante que queríamos ser. Y sin embargo, cuando soltamos eso, cuando nos entregamos a lo que hay sin resistencia, aparece algo mucho más honesto. Y mucho más liberador.
Abhyāsa-vairāgyābhyām tan-nirodhah
La mente se aquieta mediante la práctica constante y el desapego.
— Yoga Sūtra I.12
Vidyā: anatomía aplicada al yoga como discernimiento corporal
La sabiduría no está solo en los libros. También está en tus rodillas, tu respiración y tu columna.
Vidyā significa conocimiento claro, discernimiento, visión verdadera.
Es todo lo contrario a avidyā, la ignorancia o la confusión. Y lo hermoso del yoga es que no habla solo de un conocimiento mental: habla de un saber encarnado, uno que surge de estar presentes, de sentir con profundidad y dejar que el cuerpo nos enseñe.
Cuando hablamos de anatomía desde esta perspectiva, no lo hacemos para memorizar huesos y músculos sin alma. Lo hacemos para comprender cómo está hecho el cuerpo humano para moverse, respirar, sostenerse, y desde ahí tomar decisiones más sabias en nuestra práctica.
Vidyā aparece cuando entiendes, por ejemplo, que esa molestia que siempre aparece en la misma rodilla quizás no es algo que “hay que aguantar”, sino una llamada de atención para cambiar el apoyo, revisar el eje o fortalecer otra parte.
Cuando conoces el funcionamiento del cuerpo, puedes ver más allá del síntoma. Y eso te permite actuar con conciencia, no con inercia.
Este tipo de sabiduría corporal no es exclusiva de las personas que saben mucho. Está disponible para cualquiera que se detenga a escuchar. La anatomía aplicada al yoga no busca convertirnos en expertas médicas, sino en practicantes despiertas. En personas que caminan su práctica con más presencia, más compasión y más claridad.
Abhyāsa-vairāgyābhyām tan-nirodhah
La mente se aquieta mediante la práctica constante y el desapego.
— Yoga Sūtra I.12
El cuerpo como maestro
El cuerpo no necesita ser arreglado. Necesita ser escuchado.
A veces creemos que el cuerpo es solo el vehículo del alma. O que es algo que hay que corregir, estirar, fortalecer… mejorar. Pero en el yoga aprendemos que el cuerpo es también un espacio sagrado de sabiduría, una puerta de entrada a la conciencia.
Cuando lo escuchamos sin juzgar, cuando lo habitamos con respeto, se convierte en un verdadero maestro. Nos habla todo el tiempo: a través de una tensión, de una respiración contenida, de una sensación sutil o de un gesto que repite un patrón antiguo. La anatomía nos ayuda a afinar esa escucha. Nos muestra mapas, relaciones, estructuras que a veces pasan desapercibidas. Pero no para desconectarnos del sentir, sino para profundizar en él con más claridad y sensibilidad.
Es como si tuviéramos un lenguaje nuevo para traducir lo que el cuerpo ya sabía, pero no sabíamos cómo interpretar. Y cuando eso ocurre, la práctica cambia. Ya no es solo un ejercicio físico, ni siquiera una meditación en movimiento. Se convierte en un camino de autoexploración, donde el cuerpo, con su historia, su forma y sus límites, deja de ser un obstáculo… y se revela como guía.
“El yoga es la alquimia del cuerpo y la conciencia.”
— Bhagavad Gītā —
Una propuesta para profundizar en esta mirada
Este curso nace del deseo de integrar tradición, consciencia y anatomía aplicada al yoga como camino de transformación
En Yoga Anandamaya hemos creado el curso “Anatomía aplicada al yoga: Consciencia, salud y alineación”, pensado para practicantes avanzadas, profesoras y profesionales del movimiento que desean unir el conocimiento anatómico con la experiencia del yoga.
Primer bloque: El eje y la estructura – columna, pelvis y pies.
Incluye:
Estudio del sistema fascial y su relación con la base estructural
Visualización y alineación del eje vertical
Respiración diafragmática como sostén
Prácticas de yoga, meditación y exploración somática
Madrid (presencial) + adaptación online
Inicio: noviembre 2025
info@yogaanandamaya.com | WhatsApp: 647 512 278
Sobre Isabel Ward
Isabel Ward Escondrillas es profesora de yoga y mindfulness con mas de 20 anos de trayectoria. Inicio su formacion en 2004 con Amable Díaz (AEPI), continuando con maestros como Danilo Hernandez o profesores como Jose Carbajal de Ashtanga Yoga. Fundadora de su primera escuela en 2008, ha explorado diversos estilos y profundizado en la meditacion budista Theravada, organizando retiros y colaborando con universidades.
Esta certificada como instructora del programa MBSR por la Universidad de Brown. Dirige actualmente la escuela Yoga Anandamaya, donde integra anatomía, consciencia y tradicion